Microsoft ha anunciado la próxima llegada de su sistema operativo Windows 8, una nueva versión del sistema que tiene la hegemonía dentro de los ordenadores personales. Antiguas versiones causaron un gran impacto en su lanzamiento, como el Windows 95, otras no tanto. En esta ocasión el nuevo Windows encuentra a Microsoft en una situación diferente a las anteriores, quizá con un margen de error menor. Un fracaso en el nuevo Windows 8 podría acarrear consecuencias mucho más negativas que fallos anteriores.
En el presente que estamos viviendo dos hechos marcan el contexto de la llegada del Windows 8. Por un lado el uso de los ordenadores personales está en baja, su futuro es incierto y la industria del PC está viviendo tiempos muy duros, muchas empresas están cambiando de rubro. Por otra parte los dispositivos de moda son los teléfonos inteligentes y las tabletas electrónicas. Dentro de ellos Microsoft viene muy atrás en la carrera y su gran competidor Apple tiene el liderazgo muy cómodamente. Los sistemas operativos desarrollados hasta el momento por Microsoft para smartphones y tabletas no han tenido gran repercusión.
Es así que Microsoft ha diseñado su nuevo Windows 8 para correr en ordenadores y también tabletas, buscando entrar en la conversación y frenar el ascenso amenazante de Apple. Y es éste justamente el gran riesgo y la parada tan importante que se juega Microsoft. Un fracaso en el uso del Windows 8 en las tabletas puede representar un descreimiento o desconfianza de las capacidades de Microsoft en estos dispositivos.
Esta semana comenzaron a darse a conocer algunos detalles del Windows 8 en una conferencia, buscando entre otras cosas alentar a los desarrolladores que trabajen en aplicaciones para este sistema operativo. Aquí radica gran parte del éxito que vaya a tener. La primer tableta que usará el Windows 8 será una Samsung.
En los lanzamientos anteriores del Windows había lugar para las fallas, para intentar y arriesgar sin demasiadas consecuencias. Hoy la historia es otra y Microsoft parece jugarse una parada más crucial hacia su futuro y ese liderazgo que parecía no correr riesgo alguno.