En estos días se escucha hablar por todos lados (incluyendo el mundo físico, no solo el virtual), del nuevo “monstruo” de las redes sociales: Google+.
Todo el mundo quiere subirse de inmediato a ese coche: dar un paseo, probar sus frenos, patear las ruedas, jugar un rato con el estéreo y el interruptor de los faros, pero ¡oh decepción! Al momento no cualquiera puede entrar impunemente allí, e incluso algunos invitados se han quedado afuera.
La razón es que aún están afinando detalles técnicos, pero más pronto que temprano abrirán la puerta, y solo allí se verá de qué color era el tigre…
Pues sí, aunque la novedad siempre atrae multitudes, tal como los cadáveres en los accidentes de autopista, pareciera que la presencia de Google Plus (tal como se conoce en el idioma de Shakespeare) no es una sentencia de muerte para Facebook, como muchos presumen por allí. ¿Por qué razón? Aquí van unas cuantas:
La fidelidad de los actuales usuarios no está basada en el noble principio de la lealtad, sino en homenaje a la pereza y al “qué dirán”. Muchos usuarios simplemente están cómodos donde están y no tienen el más mínimo interés en mudarse a otra parte. Otros se lo piensan dos veces antes de dar el salto, porque no quieren lucir como la multitud, que abandona el barco en loca y desesperada carrera, así que esperarán a ver en qué mismo acaba esta telenovela, cuando las aguas bajen y la calma se aposente de nuevo tras la tormenta en el universo de las redes sociales. Eso sí: al más mínimo tufillo de fuego en la sala de máquinas, desembarcarán sin contemplaciones.
Mal o bien, la publicidad de Facebook ha mostrado resultados entre buenos y a veces sorprendentes. Una de sus basas es la sencillez con que su gestor de anuncios puede manejarse, versus el monstruoso AdSense, que tiene más botones que un rosario.
Hay una respetable multitud de quejosos que se llevaría a Zuckerberg a la plaza central de Facebook Town y lo quemaría como antaño, por dictador, tirano y amigo de nunca responder a las peticiones de apoyo al cliente y un millar más de cargos, unos de poca monta, y otros dignos de aplaudir mientras lo queman. Esto representa un verdadero problema para Facebook y sus muchachos, porque los usuarios inconformes deliran por el momento en que puedan marcharse azotando la puerta, para nunca más volver… siempre que puedan cerrar su cuenta, por cierto.
Únicamente el tiempo dirá en lo que terminen los aprietos de Facebook; solo hay una cosa cierta: cuando los monopolios caen, los consumidores festejan.